Cómo vivimos, qué hacemos es lo que otros pueden ver de aquello que pensamos y sentimos. Aquí trato de mostrar un poco de todo esto, esa subjetividad que buscamos escapar pero que, a fin de cuentas, es lo único que nos distingue...
miércoles, 18 de marzo de 2009
Hace días no vengo por aquí....pero hoy estoy de vuelta porque vengo de ver dos documentales y escuchar un panel sobre el tema de inmigrantes en Alemania. Mi papá, su padre, era alemán. Crecí con un poco de esa cultura pero definitivamente mediaba la cultura costarricense, el país de donde soy originaria. Y si bien pude haber tenido un poco de esa cultura a través de la forma de ser de mi padre, que me decía haber pasado, sus primeros doce años viviendo seis meses en Costa Rica (donde él también nació) y los otros seis en Alemania, en Hannover, sin duda me amanté más del ser costarricense que de otra cosa. Ahora bien, qué significa ser tico -como nos llamamos los de ahí- es tema de otra ocasión pues no es sencillo dada la gran aculturación que creo nos caracteriza -con grandes influencias norteamericanas por razones geo-históricas-económicas. Más bien, mi reflexión de hoy tiene que ver con qué significa ser un inmigrante, pues ya hace más de 20 años vivo en Estados Unidos, un lugar con el cual tuve siempre pocas simpatías que no creo haber desterrado hasta la fecha... No trataré, tampoco esta vena del asunto, sino, simplemente, más bien, qué significa vivir en otra parte que no es aquella que nos dió, por así decir, todo el alimento, emocional e histórico, que nos permitió llegar a ser quien somos hoy, sea eso lo que sea. Personalmente, a pesar de estos veintitantos años acá, siento que me debo a esa hermosa tierra "tiquicia", adjetivo que sólo los de ahí entendemos o, al menos, creemos verdaderamente entender. Y he ahí el asunto: ¿Es posible seguir siendo parte de un lugar, con todas sus virtudes y defectos. a pesar del pasar del tiempo?? En nuestro imaginario personal, al menos en mi caso, sin duda eso podemos sentir o vivir: estamos convencidos de que nos mantenemos, de que, a pesar del entorno, conservamos lo que es esencial en nosotros... pero hoy pensaba que quizás esto no ha sido sino una ilusión en mi caso. Es decir, me ha permitido vivir como si no hubiera dejado mi lugar de origen. Pero lo dejé!! Y sin embargo, no lo he dejado pues está conmigo del mismo modo que todos los días verifico que, aún, más o menos, conservo los rasgos físicos que llegué a pensar me indicarían siempre, sin mayores dudas, de que seguía siendo yo, que aún no me convertía en otra persona... A veces preguntamos a otros: ¿Por qué se aferrarán? en un tono similar al que usaríamos para hablar de una persona que vemos abusada y que no entendemos por qué sigue volviendo al "hogar" que le hace más daño que bien. Creo que la respuesta está en que no podemos, de un día al otro, cambiar todo el imaginario que hemos venido acumulando y decir: soy libre, ahora escojo otro que pienso me hará más bien, me ayudará mejor a sobrevivir, tener éxito o ser aquello que sé, racionalmente, sería más productivo para mí. Si tuviéramos esa gran capacidad de cambio, de adaptación, sería más sencillo para todos llevar o alcanzar una mejor vida -que es al fin lo que todos, de alguna forma, estamos casi que programados a buscar. Lo sabemos con la razón pero el corazón, lo que sentimos, nuestra intuición, que no es sino el acumulado en acción de todas nuestra experiencia previa, nos impide el salto que habría que dar para ver las cosas desde otra perspectiva. Qué fácil aconsejar a otros lo que tienen que hacer para lograr sus fines expresados!!! Pero amigos, que difícil, en realidad, es darlo en realidad pues, en algunos casos, sería igual a negar quienes hemos sido, sobre todo, cuando, sin saberlo, nos hemos ido moldeando, también a través de la capacidad de adaptación, a ese entorno que fue, efectivamente, nuestra realidad por tanto tiempo! Así que, moraleja, por así decir, a tener más paciencia no sólo con los demás sino, sobre todo, con nosotros mismos, que ser quienes somos implica reconocer que esa vestimenta, que esa estructura que nos da forma, no es algo que sucede de pronto: somos una suma de vivencias, fuertes, ricas, hermosas que, poco a poco, como un artista celestial, pinta los arcoiris que, por mucho tiempo, nos señalaban claramente el camino al tesoro. Somos únicos pero jamás independientes de esa lengua, ese conjunto de símbolos que fuimos desarrollando a la luz de nuestra tierra, nuestra lengua, nuestros padres, nuestros amigos y enemigos de un tiempo que, después, muchos años, después, como yo ahora, a veces creemos capaces de trascender con la fuerza de la razón... pero no, corazón, el corazón sigue latiendo y es el que mueve, aunque no lo veamos a la razón. (...les quedo debiendo la reflexión sobre el inmigrante... o tal vez no, mis conclusiones quizás se deduzcan de lo dicho hasta aquí... en todo caso, por ahora, creo que ya excedí la paciencia del posible lector así que, en deferencia a él/ella, dejo pendiente esa tarea).
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